“Quienes padecemos TOC recibimos información
cerebral químicamente errada. Esto nos lleva a inventar
ideas que desciframos de manera equivocada; mismas que
se vuelven de vida o muerte si no las recordamos y
repetimos en un orden determinado.
Es como estar en un laberinto que cambia cada
segundo, una experiencia tan intensa y agobiante,
que llega a interferir con nuestras relaciones sociales
y actividades cotidianas.
Nuestra mente es como un correo electrónico al que
no le funciona el filtro spam, por lo que los correos
no deseados van saturando el espacio que deberían
ocupar los importantes».
Allan Wright Vela
Las obsesiones son pensamientos o imágenes mentales intrusivas, no deseadas, que generan ansiedad.
La mayoría de las personas con TOC son conscientes de que estos pensamientos no tienen ningún motivo o razón de ser, por lo que pueden sentir vergüenza y esto les lleva a aislarse, a no comunicar sus miedos, disgustos o dudas.
Las compulsiones son acciones o pensamientos que se repiten para disminuir el malestar y la angustia que generan las obsesiones.
Aunque pueden brindar un alivio momentáneo, no contribuyen a la recuperación, pues alimenta el ciclo obsesión – ansiedad – compulsión – alivio. No todos los comportamientos repetitivos o rituales son compulsiones. Ser muy cuidadoso con los detalles, el orden o la limpieza son, en la mayoría de los casos, un rasgo de personalidad que no debe generar preocupación.
Los investigadores coinciden en que el TOC es resultado de una combinación de causas, y los factores que lo desencadenan pueden variar en cada persona.
Utilizando tecnologías de neuroimagen se ha observado que ciertas áreas del cerebro funcionan de manera diferente en las personas con TOC, lo que sugiere que existen errores de comunicación entre las neuronas, resultado de anomalías en los sistemas de neurotransmisores que controlan las sustancias químicas, como serotonina, dopamina o glutamato, que transmiten los mensajes en el cerebro.
Algunos estudios apuntan a que el TOC puede estar asociado con una mutación poco común del gen transportador de serotonina, es decir que tiene un componente genético. El 25% de quienes lo padecen tienen un familiar inmediato con el mismo trastorno, y se calcula que la genética contribuye entre un 45 y 65% a su desarrollo.
Según el modelo cognitivo todo el mundo experimenta pensamientos intrusivos, pero las personas con TOC “malinterpretan" estos pensamientos: los consideran muy importantes, personalmente significativos, o detonantes de consecuencias catastróficas.
Los teóricos del aprendizaje sostienen que las compulsiones son respuestas aprendidas que ayudan a reducir la ansiedad asociada con las obsesiones. Alguien que experimenta una obsesión con los gérmenes, por ejemplo, puede dedicarse a lavarse las manos para no sentirse contaminado; este ritual reduce temporalmente la ansiedad, pero aumenta la probabilidad de que se repita en el futuro, por lo que la conducta compulsiva persiste y se vuelve excesiva.
Los factores ambientales también pueden contribuir al desarrollo del TOC. Lesiones cerebrales traumáticas, infecciones bacterianas o virales como la faringitis o la gripe, aunque no son la causa del TOC, pueden desencadenar los síntomas en quienes están genéticamente predispuestos. También el estrés y el ambiente familiar pueden contribuir al desarrollo del trastorno.